De portadas y títulos

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En la selva selvaggia de los libros hemos oído y compartido un consejo sin fin de ocasiones: no hay que juzgar un libro por su portada. Hay una situación similar en el cine : el tráiler de la película no es la película, aunque claro, siempre habrá excepciones. Probablemente de los casos más conocidos de esta tesis anti-prejuicios es la de J.D. Sallinger que pidió que su libro “El guardián entre el centeno”, en cualquier edición e idioma, solo incluyera el título de la obra y el nombre del autor, ni siquiera alguna breve reseña en la contraportada, justamente para que ningún lector juzgara o se hiciera ideas erróneas acerca de su obra antes de tiempo.

Cómo ordenar una biblioteca” es uno de los últimos libros publicados por el finado Roberto Calasso. El famoso escritor y editor se refiere a una biblioteca personal. Alude a diversos motivos por los cuales darle un lugar a un libro en la estantería  : desde manías, razones esotéricas, obsesiones del propietario. El autor llama buen vecino a un libro que aparece mientras estamos buscando otro libro y despierta el mismo o más interés que el libro originalmente buscado. (Calasso, 2021 , p.8 )

Ahora bien, el título del libro de Calasso parece una obviedad para el sentido común bibliotecario: se da orden al universo que es una biblioteca en base a algún sistema de clasificación. Sencillo. Si una biblioteca no posee los recursos mínimos para ser organizada por los sistemas de clasificación, una solución práctica es abogar por el acomodo alfabético, un método reconocido universalmente para dar sentido a todo tipo de colecciones, librerías, bibliotecas, archivos, método al cual debemos agradecer a Zenodoto quien, según el libro La noche que Frankestein leyó al Quijote (Posteguillo, 2014, p. 17)  fue quien tuvo la idea de organizar y darle sentido a todo el acervo de la biblioteca de Alejandria, si, de manera alfabética, acorde el autor de cada material que ahí se albergaba.

Es inevitable, una vez que ya hemos entrado en materia del orden, no recordar a Jorge Luis Borges y su famosa observación sobre el fruto de ordenar bibliotecas: se ejerce de manera silenciosa el arte de la crítica. Aunque Borges otorga beneficios al ejercicio de mantener nuestros libros lejanos del caos, Juan Villoro en “Conferencia sobre la lluvia” asevera, mediante el bibliotecario protagonista, que “he ordenado una biblioteca a lo largo de mi vida y los libros han desordenado mi vida”. (Villoro, 2014, p. 22 ) Aquí el escritor mexicano señala otra característica de ser bibliotecario. Cuestión de cada colega reflexionar de lo que les ha dejado en su vida ordenar esos universos que son las bibliotecas.

Ahora bien, como en el párrafo anterior, es inevitable, tanto en los textos como en la vida, confrontar ideas : hace años que la japonesa Marie Kondo se ha vuelto símbolo de limpieza y orden. Empresaria y gurú, esta mujer ha desarrollado un método para desechar todo aquello que se ha vuelto un lastre tanto en tu casa como en tu trabajo.

Kondo apela más a la limpieza de cualquier rincón de nuestros hogares donde se pueda acumular polvo, suciedad, entre los cuales se incluyen bibliotecas personales. Ella acuña “la prueba de la felicidad”  que en sacar los libros de la estantería, apilarlos, clasificarlos en 4 grandes grupos y uno a uno palparlo, repasar con las manos y evocar en tu memoria si ese libro te hace feliz. Una vez has leído un libro ya tuviste esa experiencia por lo que no tiene caso volverlo a reeler . La emoción ya no se volverá a repetir. Y aunque no comparto lo postulado por Marie Kondo, la realidad que un libro con polvo, puede volverse un mal vecino : engendrar –bien sabemos los bibliotecarios –ácaros, microorganismos que no solo pueden afectar la salud humana sino de los libros que estén contiguos. En contraste a lo sugerido por Calasso un libro que no goza de buena salud –y aunque posea buenas ideas- puede volverse un problema, un mal vecino, ya decíamos.

Ahora bien, la portada de “Como ordenar una biblioteca” es sencilla, solo se incluye el nombre del autor y el título de la obra, no aparece ninguna característica que invite a alguna lectora o lector que no conozca el trabajo de Calasso a dar si acaso alguna hojeada al libro. Dicha portada se puede clasificar dentro de las cubiertas de colecciones que forma parte de alguna serie, en la que se busca uniformidad en las cubiertas.

En términos marketing, la portada es la carta de presentación de la obra, es punto de partida para atraer lectores. Finalmente, la industria del libro (como cualquier otro sector industrial) también recurre a determinadas estrategias de mercadeo para mantener la salud del sector gracias al flujo de ventas, al intercambio amistoso y no amistoso entre compradores y vendedores. Esto lo manifiesta con más claridad la autora Jumpa Lahiri en su notable libro “el atuendo de los libros”. Dicha obra nace de una conferencia que la autora impartió. Lahiri comenta sobre la “vestimenta” que recubren las obras escritas  “no habitamos en un mundo donde la cubierta  pueda sencillamente reflejar el sentido y el estilo del libro. Hoy más que antes la cubierta debe cargar con un peso adicional. Su finalidad es más comercial que estética”.  (Lahiri, 2022, p. 47)

Las observaciones de la autora inglesa apuntan hacia la crítica para las editoriales: “en las ediciones masivas contemporáneas las cubiertas contienen –además del título, nombre del autor y un diseño- muchas otras informaciones como premios y reconocimientos del autor, citas de otros autores y críticos a los cuales el libro les ha gustado, datos relacionados con la lista de éxitos de ventas. Se han convertido en una etiqueta que enumera ingredientes” (Lahiri, 2022, p. 47)

Los títulos son parte de la portada. Sin embargo, los títulos de algunos libros no suelen expresar el espíritu total de la obra, incluso, pudieron no haber sido considerados por las autoras o autores. Aquí unos ejemplos:

El retorno del rey” de la saga  “El señor de los anillos”  se debió llamar “La guerra del anillo” ya que fue el nombre que originalmente quiso Tolkien para esa parte final de la trilogía.

El hombre en busca de sentido de Victor Frankl había sido pensado originalmente con el nombre de “un psicólogo en un campo de concentración”.

Gabrielle Amorth, autoridad mundial sobre exorcismos, llegó a manifestar su descontento a la editorial que publicó un libro sobre su vida, titulandolo como «el último exorcista». El titulo le parecía presuntuoso, porque, por gracioso que parezca, en palabras de este sacerdote, él no era el último exorcista, hay y habrá muchos más.

La primera novela escrita por José Saramago se tituló “Tierra de pecado” a petición de su editor aunque el año pasado ha salido bajo el nombre original que quería el autor “La viuda”.

Como ordenar una biblioteca” se compone de varios escritos, no se enfoca únicamente a la idea que promociona el título. El libro también se pudo haber llamado “cómo ordenar una librería” ya que el editor argentino también da consejos sobre cómo organizar de manera más atractiva una librería.

Ejemplos hay muchos, que nos invitar a no olvidar aquella consigna de juzgar un libro por su portada y tambien por supuesto, por su título. Siempre hay que preguntarnos, tal como lo hace el actor Viggo Mortensen (celebre por encargar a Aragorn en las peliculas de «El señor de los anillos«) de preguntarse que hay detrás de la página 1 de cada personaje que está por interpretar.  Seres humanos y seres ficticios tenemos una precuela, una historia detrás de la página 1 de nuestras vidas. 

 

 


Bibliografia

Posteguillo, Santiago “la noche en que Frankestein leyó al Quijote”, Planeta Mexicana, 2014

Calasso, Roberto “Como ordenar una biblioteca” Anagrama, 2021

Villoro, Juan “Conferencia sobre la lluvia” Almadia, 2014

Lahiri, Jhumpa, “El atuendo de los libros”, Gris Tormenta, 2022

Un comentario en “De portadas y títulos

  1. Erik García

    Excelente entrada, muy dinámica y con excelentes referecias para enriquecer la idea de no juzgar o criticar sin antes haber leído el contenido. Me hizo recordar cuando hablan mal de la Biblia por lo que siempre pregunto: ¿ya la leíste? La respuesta que me dan es «no».
    Si al menos no relacionáramos el título con el contenido, sino por el formato en que está escrita, quizás tendría más lectores que solo el sector religioso.

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