Después de ver “Matilda, de Roald Dahl: El musical”, estrenada el 25 de diciembre del 2022 en Netflix, me apresuré a leer el libro, con el afán de descubrir un poco más sobre la Sra. Phelps, la bibliotecaria. Esto se debió a que, según mis recuerdos, en la película de 1996, este personaje tuvo un rol discreto pero elemental en la vida de la protagonista, lo cual difiere con la nueva adaptación, en donde vemos una bibliotecaria que está presente durante la mayor parte de la historia.
Una vez leído el libro y vistas nuevamente las dos películas me resultó evidente que la versión de 1996 guarda mayor fidelidad con la obra original y que el reciente film -adaptación cinematográfica del musical de 2010- busca hacer una interpretación más libre, dramática y aggiornada a nuestra época de la misma.
No obstante, más allá de las diferencias en cuanto al tiempo que se le da en pantalla, es posible decir que en todas las representaciones de la novela, la bibliotecaria ocupa un rol importante en el desarrollo de Matilda como personaje. En el caso del libro y la película de 1996, es la señora Phelps quien observa detenidamente a la protagonista, se da cuenta de que ella no conoce todos los servicios que proporciona una biblioteca y le brinda la información necesaria para garantizar su acceso a los contenidos de la colección.
Este pequeño acto resulta determinante para la niña, quien no recibía atención de sus padres, pero logra encontrar el consuelo y estímulo que necesitaba en los libros de la biblioteca pública.
Por su parte, el musical de 2022 no incluye esta significativa escena, pero nos da una Sra. Phelps más cercana a Matilda, alguien que se convierte en el refugio al que ella acude frecuentemente para contarle las historias creadas en su magnífica imaginación.
Asimismo, el libro no aporta una descripción física de la Sra. Phelps, por lo que se podría decir que la diferencia de edad en las películas de 1996 y 2022, son un reflejo del cambio de imagen que atraviesa nuestra profesión. Mientras que la primera bibliotecaria es una anciana dulce y de apariencia ordenada, la otra es una mujer joven de espíritu libre, que recorre la ciudad con su biblioteca ambulante.
Este último detalle resulta particularmente interesante al reflexionar sobre las transformaciones que han ocurrido en cuanto a cómo el mundo percibe, no solo a los bibliotecarios, sino que también a las bibliotecas. Puesto que ya no se las representa como edificios gigantescos y un tanto antiguos -nótese que la estética de la biblioteca pública presentada en el film de 1996 se asemeja a una especie de templo del conocimiento- sino que ahora son espacios novedosos.
Más allá de todo esto, hay un aspecto negativo del personaje que deja reflexionando a cualquier profesional de la bibliotecología, esto es su actitud pasiva frente a la situación de vulnerabilidad que estaba atravesando la protagonista. Quizá en la primera película esta situación no se hace notar tan explícitamente, pero en el libro y en el musical -que otorga una versión más cruda de la historia- queda claro que la Sra. Phelps advierte que algo anda mal con la vida familiar de Matilda y decide no hacer nada. Una por comodidad y la otra por indecisión, ambas versiones de esta bibliotecaria detectan irregularidades en la crianza de la niña, pero no intentan tomar la iniciativa y hacer algo para ayudar a mejorar su realidad.
Claramente, todas las aventuras que protagoniza Matilda no hubiesen tenido lugar de haber ocurrido una intervención temprana por parte de la Sra. Phelps. Se entiende que su inacción es un recurso para que la ficción continúe. No obstante, ¿En dónde nos deja esta imagen como profesionales? ¿Será que más de una persona nos ve como agentes pasivos del sistema?
Para cerrar esta reflexión, me interesa destacar que el personaje de la Señora Phelps tiene numerosos aspectos positivos. Lo cual resulta maravilloso por tratarse de un clásico de la literatura infantojuvenil, con notables adaptaciones en el mundo del cine y el teatro. Pero su mayor característica negativa, la pasividad, nos interpela a todos, no solo a quienes trabajamos con las infancias. Por lo tanto, ya hemos observado cambios alentadores en cuanto a la imagen externa con la que el mundo nos percibe, queda trabajar en lo más importante, nuestro compromiso social.
Camila Ludueña
Bibliotecóloga recibida de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Diplomada en Bibliotecología Social por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Estudiante de la Lic. en Bibliotecología y Documentación en la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Bibliotecaria escolar en el Colegio Corazón de María y miembro fundador de Proyecto librarian’t: blog colaborativo en bibliotecología y cultura pop.
Edad: 25 años
Nacionalidad: Argentina
Email de contacto: camilaaluduena@gmail.com
En ambas versiones cinematofráficas me pareció un personaje entrañable. Ojalá en la vida de alguien les bibliotecaries tengamos un rol similar al acercar a la gente al conocimiento y al mundo de los libros de una forma tan inolvidable. Gracias por la reseña