Cierta mañana, mientras conducía mi bicicleta de cross, cromada, rin 20, por las serpenteantes curvas de la 3ra. Vuelta del Atlántico, en Artigas, donde la calle, con muy clara elocuencia te enseña lo que no aprendes en un salón de clase, vas pedaleando, llegas a la Morán y sin pensarlo ya estás en la Silsa.
Mientras esquivo, los carros, motos y al pasar cada reducto, callejón, las personas caminan con total tranquilidad, la maestra vida no tiene casa, está en la calle, en la esquina, en la pandilla, en el juego audaz que se convierte en agresión o en delincuencia.
Me detengo en la entrada del callejón llamado, sal si puedes, saludo a Rodilla E’ Chivo, quién coloquialmente me replica, ¿Qué paso menol, que haces por ahí? ¿Pendiente de qué?
Conversando, me indica que el aprendizaje de la calle, no tiene horarios, ni aburridos maestros, está abierta a toda hora para ofrecer en lugar de tareas de memoria, las posibilidades de aventuras, peligro y riesgo, aquí se aprende mucho más que todo lo que la escuela te enseña.
Se aprende viviendo, burlando, fingiendo más fuerza o más viveza de la que se tiene, estimulando las posibilidades agresivas de cada individuo, en una constante competencia, sin tregua que avivan todas las fuerzas y las mañas de un niño.
Rodilla E’ Chivo, ataviado con sus botas Nike Anthony Mason, negras con su franja blanca en la suela y su enigmático Punto Azul, bermuda azul con el logotipo del Jumper de Jordan, tiene un koala, contentivo con una 9mm y tres cacerinas de 16 tiros, una camiseta de Cocodrilos de Caracas, en su cara se denota que la infancia desapareció hace siglos, con una mirada penetrante escrudiña todo a su alrededor, no es tiempo para jugar, ni ser un muchacho distraído, rebelde o burlón que no avanza en los salones de clase, él me dice que, aprendió rápidamente como subsistir en la calle, fingir conductas de adulto, para enarbolar respeto y tratar de ser mucho más que sus compañeros de vida callejera.
El solo hecho de conversar con él, mencionarle que me estoy divirtiendo manejando bicicleta, aprendiendo a torear los carros, acelerar y recortar la velocidad, él se ríe y me dice que esa etapa la quemo hace mucho tiempo, revelando sus condiciones de adaptación, inteligencia y decisión ante la maestra vida.
La escuela no logro obtener de él, lo que fuese alguna vez un niño, ni una mínima parte de la entusiasta respuesta que de la calle obtiene con tanta facilidad y abundancia, aprendió eficazmente un lenguaje viviente, eficaz para las diarias interacciones de la calle.
Como ladrones de sombras, está buscando que una fantasía surrealista se materialice en el continuo aprendizaje práctico de todas las formas visibles y ocultas de la sociedad. La calle se abre a los pasos, sigilosos, pausados a una inmediata y tangible recompensa, en poder, prestigio, en bienes materiales del esfuerzo de cada quién, mientras en la escuela sólo hay el temor por los exámenes o una borrosa perspectiva de alguna carrera mal enrumbada.
Tal vez si la escuela fuera una antesala atractiva y verdadera de una sociedad madura, donde los niños se sientan atraídos por un camino lleno de las mejores y más valiosas posibilidades de la gran aventura de la maestra vida y no de un oscuro deber divorciado de la vida.
Recuerdo una estrofa muy certera de Yordano (1992), “Por eso cuídate de las esquinas, no te distraigas cuando caminas que pa’ cuidarte yo solo tengo esta vida mía…”
Fernando Antonio Salas Granado
Bibliografía.
Yordano (1992). Por estas calles. [Vinyl, 7″, EP, 45 RPM].- Caracas: Sonografica.
Hola Fernando interesante reflexión como la escuela no debe estar divorciada de las realidades de la vida y que de la misma calle nos deja grandes aprendizajes destilados de la experiencia cotidiana , me vinieron pensamientos de Ivan Illich entre otros que hablan y reflexionan del tema. un abrazo Juan Pineda
Hola que tal!!!
Gracias. Ciertamente es la realidad palpable que tenemos actualmente.
Saludos a todos por esos lares.