Biblioteca y Museo tomada por niños… adultos, ¡sumarse o abstenerse!

En mis pocos años de ejercicio profesional, ha permanecido constante la preocupación  por ver aplicados aquellos conceptos y conceptualizaciones teóricas, que durante la carrera parecían muchas veces imposibles de ser llevados a la práctica.

Este post se ha inspirado en la reciente celebración del Día del Niño en una de las instituciones dónde trabajo, en la Biblioteca, Archivo y Museo Valdense. El Día del Niño ha sido la excusa para integrar a grupos de niños de diversas localidades de la zona, que acompañados por sus adultos, ha dado lugar a una integración aún más amplia; de niños y adultos, libros y juegos, objetos museísticos y música, y por tanto lectura y diversión, encuentro y sensibilización.

La convivencia y convergencia de una biblioteca junto con un museo permiten desarrollar acciones de animación a la lectura, a la vez que experiencias de sensibilización y educación en patrimonio, dos acciones fundamentales en el proceso de construcción de identidad.

«(…) leer alarga la vida. Y eso no sólo referido a la posibilidad de vivir vidas ajenas , de agregar un cuarto a la casa de la vida, como decía Bioy Casares, de hacer cosas que jamás haríamos  en la existencia común y corriente -subir a las estrellas, bajar al fondo del mar, desenterrar tesoros en islas desiertas-, no. Hablo de vivir más tiempo, literalmente hablando.» nos dice Graciela Cabal (2001, p. 10).             

Animar en la lectura tiene que ver con garantizar el derecho a la fantasía, al imaginar, con el siniestro y el miedo, la alegría y la felicidad. Cada vez más, en medio de las innumerables opciones de entretenimiento, disfrute y evasión a que los niños tienen alcance, el rol de los docentes y bibliotecólogos en la mediación entre ellos y los libros es fundamental.

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Es importante que desde una temprana edad se eduque y sensibilice en la valoración del patrimonio, generando instancias didácticas experienciales. Si bien existen instituciones que pueden tener entre sus cometidos, la responsabilidad social, educativa y cultural de la puesta en valor del patrimonio y su sensibilización, el museo se configura como el espacio ideal para lograrlo.

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Tanto si hablamos de animar en la lectura como de sensibilizar y educar en patrimonio, se vuelve fundamental que nos propongamos erradicar algunas creencias y pre-conceptos, atendiendo  más al sentido común que a preceptos teóricos. En esa línea podrían compartirse algunas recomendaciones:

  • No dar nada por obvio y partir de la idea de que lo que van a ver, escuchar, sentir, les va a interesar.
  • Seleccionar historias a ser narradas y elaborar guiones museológicos que permitan establecer vínculos con sus propias historias.
  • Generar ambientes agradables y descontracturados, que contribuyan a un accionar libre y espontáneo.
  • Dar lugar a instancias dónde confluyan no sólo libros y lecturas, sino de forma simultánea juegos, música, actividades lúdicas, obras de teatro, entre otras, que con total seguridad obtendrán mejores resultados.

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  • Para formar lectores, no basta con que los niños escuchen cuentos e historias narrados por su maestra, por el bibliotecólogo o por sus padres; es necesario no sólo que «(…) entre en contacto con el libro, lo lea, lo manosee, en las horas de biblioteca o en el aula. (…) Tiene que poder llevarse todos los libros de la biblioteca a la casa. También los de tapa dura, los «caros» si los hay. Si no, no sirve.» (Cabal, 2001, p. 39)

El hecho de que reciban ya a una temprana edad una educación en valores del patrimonio histórico y cultural en cuestión, en el que están insertos o no, favorecerá en la tan importante definición y re-definición de la noción de identidad. García Canclini (1995) plantea que la identidad «equivale a pertenecer a una entidad delimitada, con elementos compartidos por los integrantes (lenguaje, objetos, costumbres) que les permiten diferenciarse claramente del resto. Dichos elementos pueden variar con el correr del tiempo, son transmitidos tanto por instituciones educativas, como por medios de comunicación masiva.»

El animar a la lectura permite compartir valores, educar, entretener, distraer, al mismo tiempo que conocerse y reconocerse en las historias reales y ficticias de otros, y por tanto permite el identificarse y re-identificarse.

Cierro este post con una canción de León Gieco -en versión de Gieco con la Murga Agarrate Catalina-, que agrega música típica rioplatense a texto e imágenes, que me permite terminar con una hermosa reflexión…

«La cultura es la sonrisa/ que brilla en todos lados/ en un libro/ en un niño/ en un cine/ o en un teatro,/ sólo tengo que invitarla/ para que venga a cantar un rato (…)»

 

Referencias

Cabal, Graciela B. (2001). La emoción más antigua: Lecturas, Escrituras, el encuentro con los libros. Buenos Aires: Sudamericana.

 Fotografías

Claudia Bordón, Erika Velázquez

 

 

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