¿Por qué debo leer?

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Hoy, en medio de la conmoción más violenta que ha conocido el mundo, se comete un pecado imperdonable: el de la indiferencia, pero acaso, hay uno más grave aún: el de la ignorancia.

Actualmente los Gobernantes y dirigentes empresariales, “apurados por conseguir algún arreglo con el poder que hoy les promete y mañana los engaña, a lo que se suman algunos astutos –con mucha presencia en redes sociales y medios de comunicación– que aparentan ser opositores, pero que en realidad no tienen otra lealtad que la lealtad a sí mismos, y defienden que en el país se están produciendo cambios, básicamente para legitimar que, en medio de la calamidad nacional, han logrado un nivel de vida bueno o muy bueno” (Otero, 2021).

Ante el tribunal de la posteridad, de nada nos valdrá disculparnos diciendo: es que no comprendí la necesidad de leer, es imposible concentrarme en la lectura, que aburrido es leer, no entiendo porque las bibliotecas existen si todo está en formato digital y muchas otras aseveraciones, destruyen y saquean una biblioteca, hay que celebrarlo.

Anteriormente, no éramos siervos dóciles de las máquinas, nos avocábamos a leer, programar, experimentar y buscar las mejoras correspondientes para agilizar nuestras labores diarias, sin dejar de documentarnos.

Por lo tanto, el conocimiento es acumulativo, el cual constituye un “bien público” (Moros, 2003), mientras la gente tenga acceso a ese enorme almacén de datos e información; siendo el gran detalle el acceso, la conservación y el interés de las personas por aprender. Habrá una infinita cantidad de conocimiento a la espera de ser desenterrado, la sumatoria del abordaje del conocimiento constituye un valor agregado y un tesoro que le debemos a las futuras generaciones.

El desafío de la presente generación consiste en mantener abiertos los senderos del descubrimiento. O acaso es oportuno que nos preguntemos, ¿qué clase de educación será la más conveniente para nuestros hijos?

La utilización del conocimiento por parte de las personas, sustrae la ignorancia y aumenta la capacidad intelectual de cómo utilizar las ideas, los pensamientos y el saber que se encuentran en la lectura de cada libro.

Leer siempre ha sido una tendencia para el  acercamiento de la capacidad de obtener recursos, de los cuales se carecían con anterioridad, las bibliotecas deberían ser las zonas protegidas, el Santo Grial de cada país.

“La urgencia de que todos los usuarios puedan tener acceso abierto” (Robles de Salas, 2012), significaría que el ecosistema de información libre y sin trabas, sin costos, ni permisos; donde los autores que decidan poner a libre disposición sus obras pueden “conservar sus derechos de propiedad intelectual” (Jayaro, 2018).

Es una utopía pensar que en lugar de tener efectos negativos, el acceso abierto a la información proporciona libertad universal: cuanta más información de calidad, mayor sería la evolución cognoscitiva de la población. Porqué la realidad circundante de nuestro entorno, es la rápida expansión de la información digital, donde la distribución tiene infinitas posibilidades así como incalculables amenazas y trampas.

Las tendencias paralelas, por un lado, nos indica que existe un acceso sin precedentes a través de Internet, pero, nos topamos con restricciones cada vez mayores al acceso por la legislación de propiedad intelectual, el exceso de patentes, la concesión de licencias, el sobreprecio, el retiro de contenidos y la falta de preservación, son indicadores desconcertantes de la trayectoria y vía crucis que tienen las bibliotecas.

Considerando, que nuestros hijos deben aprender de todo, cuanto se les pueda enseñar, impartirles conocimientos teóricos-prácticos en el uso de herramientas manuales, para saber arreglar los desperfectos de la casa o de un motor, además, la lectura nos daría las llaves de otras puertas, que se abren a un mundo ecléctico de conocimientos, hojearían los escritos que supo reflejar Miguel Otero Silva, Salvador Garmendia, José Rafael Pocaterra, Rómulo Gallegos, Eduardo Liendo, Aquiles Nazoa, etc; el color y el tumulto de la savia hirviente en las pinturas de Armando Reverón, Cristóbal Rojas, Manuel Cabré, Arturo Michelena, Martín Tovar y Tovar, Jesús Rafael Soto, Carlos Cruz-Diez, Alejandro Otero y muchos más.

Se extasiarían con las anécdotas de Simón Bolívar, cabalgarían con el ímpetu de Antonio José de Sucre y, surcando el mar con Francisco de Miranda, donde  templarían el acero de su inteligencia con los ensayos de José Vicente Abreu, Miguel Acosta Saignes, Harry Almela, Carmen Verde Arocha, Rafael Arráiz Lucca, Gustavo Artiles, Enriqueta Arvelo Larriva, la lista sería interminable.

No mortificaría a nuestros hijos, obligándolos a profanar estudios que no son del agrado de ellos, si no muestran gustos por alguna carrera, ni aptitudes para cultivarla, pues es comprensible que no deben pararse como estacas frente a una profesión que nunca la van a ejercer con pasión.

A través de la lectura, se podrá obtener una formación, que normalmente se centra en ofrecer habilidades concretas o en ayudarles a corregir deficiencias en su ganancia académica o laboral. Los niveles de rendimientos individuales o grupales, actualmente, permite alcanzar una utilidad particular, de habilidades y versatilidades de todo aquel que desee evolucionar, para mejorar su calidad de vida.

“La mejor forma de ejercer la buena lectura es tomarla como una disciplina implícita; en última instancia no hay más método que el propio, cuando uno mismo se ha moldeado a fondo” (Bloom, 2000). La lectura, se centra en las necesidades inmediatas del disfrute y el desarrollo de las necesidades a largo plazo de cada individuo; mejorando rápidamente el rendimiento de cada uno y, el enriquecimiento general e intelectual.

Martín Moreno (2009), consideraba: “La formación educativa es un factor fundamental para la sociedad y por ende para la universidad, por cuanto debe ser constante en la dinámica universitaria en función de buscar y plantear alternativas de solución a situaciones que se presenten en el contexto social en el que se desenvuelve”.

En colación, por lo expresado por el Prof. Martín Moreno, la obra de la educación no puede acabarse en las escuelas o las universidades, donde sólo se forjan los instrumentos para el goce y la inteligencia de las cosas, tenemos bibliotecas que nos ofrecen riquezas literarias, con acervo cultural, con la finalidad de transmitir esa herencia de civilización, vivaz e integra, a las nuevas generaciones, para que aprovechen los dones de la lectura y hacer brotar los dones de profesionales de calidad. Forjando profesionales críticos y reflexivos, que los lleven a la acción de una transformación desde el punto de vista social.

Fernando Antonio Salas Granado

Bibliografía

Bloom, H. (2000). ¿Cómo leer y por qué?.- Barcelona: Anagrama

Jayaro, X. (Mayo de 2018). Derecho de Autor y el Derecho del Autor. Revista Cambio Universitario, 3(5).

Moreno, M. (2009). El estudiante debe ser crítico y reflexivo.- Coro: Diario el Nuevo Día.

Moros, Á. (2003). Evolución del concepto de conocimiento desde la pirámide informacional: propuesta de servicio de gestión del conocimiento científico para instituciones de educación superior. Madrid: Universidad Carlos III.

Otero, M. H. (2021). La Encovi 2021 y las falacias de ciertos optimistas.- Caracas: El Nacional. Disponible en: https://www.elnacional.com/opinion/la-encovi-2021-y-las-falacias-de-ciertos-optimistas/

Robles de Salas, M. (2012). El Acceso Abierto (open-access) y el Software libre en la gestión del Conocimiento. Caracas: Universidad Monteávila.

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