Nota para el lector: Este es uno de tres escritos relacionados al tema presentado.
La bibliotecología en las universidades en Puerto Rico es vista como una labor de carácter educativo y académico. En las dos universidades más grandes del país – la Universidad de Puerto Rico y la Universidad Interamericana – se clasifica al personal bibliotecario como un docente. Sin embrago, el resto de las instituciones de educación superior del país clasifican a estos como personal administrativo. La carencia sobre cómo se clasifica al bibliotecario se ve reflejada en las asociaciones profesionales como la Sociedad de Bibliotecarios de Puerto Rico (SBPR), la asociación de mayor popularidad respecto al campo de las ciencias de información del país. En el código de ética de SBPR se describe al bibliotecario como un guardián de la información quien sirve los intereses del estado a través de prácticas basadas en la democracia.[1] En ningún lugar se describe al bibliotecario como uno educativo o que imparte algún tipo de instrucción. Esto crea cierta incongruencia entre la formación académica del bibliotecario y la definición provista por una de las asociaciones de mayor amplitud en la isla. Junto con ello también se crea un aura de vulnerabilidad hacia la profesión. Al señalar que el bibliotecario debe responder a los intereses de las instituciones estatales en vez de una misión cultural o educativa, se deja a un lado el sentido de justicia social debido al estatus político de Puerto Rico. Por lo tanto, el sentido de justicia social que se promueve es aquel guiado por el estado y no por el gremio. Esto se distancia un poco sobre cuáles deben ser las prácticas democráticas para las comunidades en mayor desventaja. Cabe mencionar que, en la actualidad, son pocas las bibliotecas públicas en Puerto Rico y que la mayoría de los usuarios dependen de los servicios de bibliotecas escolares o académicas para saciar sus necesidades.
Foster y McMenemy (2012) plantean a través de un análisis de diversos códigos de éticas de asociaciones de bibliotecología lo siguiente:
“Countries which have not had recent experience of dictatorship or occupation were less likely to mention democracy [in their code of ethics], for example neither the UK nor US codes featured this value.”
Si este planteamiento es uno acertado, entonces al analizar el código de ética de Puerto Rico nos topamos con esta es una aseveración bastante acertada. No tanto por la carencia de mencionar aspectos democráticos en su código, sino por el énfasis en servir las instituciones del estado.
La selección del lenguaje en cómo se redacta un código de ética también puede reflejar un sesgo en cómo las asociaciones del gremio pueden referirse a sí mismos y cómo se comportan las diversas entidades en las que se trabaja; en este caso las bibliotecas. En las bibliotecas (i.e. las académicas) esto se puede ser reflejado en la selección de recursos. En el caso de Puerto Rico muchas bibliotecas académicas recaen en el uso de servicios electrónicos anglófonos. Algunos ejemplos se pueden ser a través de la selección de las bases de datos subscritas como EBSCO Host, Springer Link y JSTOR. Junto a ello la también se depende de software anglófono como Ex Libris Voyager. Aunque estos servicios cumplen con los requisitos de qué debe tener cada biblioteca y satisfacen las necesidades del personal, existe un elemento que muchas veces no se considera: el lenguaje utilizado por los usuarios de habla española y quienes no dominan el inglés.
El inglés se ha enseñado en las escuelas del sistema público y privado desde los inicios del siglo XX y es una materia requerida para obtener el diploma de secundaria. No obstante, desde que se implementó el programa de enseñanza de inglés en la isla el nivel de dominio ha sido pobre. El lenguaje en Puerto Rico, al igual que muchos países, es considerado como una herramienta política. El inglés en Puerto Rico no es la excepción. El mismo ha sido visto y utilizado como una forma para que el gobierno estadounidense adoctrinar a los ciudadanos. Junto a esto también ha sido visto como un lenguaje elitista cuyo único lugar se encuentra en la academia y en los círculos políticos.[2]
En el caso de las bibliotecas académicas existe una división entre la usabilidad de los servicios electrónicos y la falta de información pertinente para los usuarios debido a esta brecha lingüística. Muchos usuarios entienden que no encuentran información en las bibliotecas de sus universidades debido a que la mayoría de los resultados se encuentran en inglés. A raíz de ello y la carencia en traducciones de estos recursos para las poblaciones hispanas, muchos dependen de recursos impresos que ya han sido traducidos al español. Esta aseveración se basa en la observación y en diálogo llevado a cabo con otros bibliotecarios que realizan labores de referencia y de instrucción bibliotecaria. A pesar de ello, se entiende que si se realiza un estudio bibliométrico en que se analice el uso de recursos impresos vis-a-vis con los electrónicos se puede encontrar que muchos usuarios prefieren los impresos debido al lenguaje en el que están publicados. Este tipo de observaciones también puede ser una de las razones (no la única) por la cual muchas bibliotecas académicas han mostrado interés en llevar a cabo ejercicios de evaluación o valorización. Más allá de las opiniones de los estudiantes sobre la calidad del trato y los programas de instrucción, muchas bibliotecas académicas han buscado cómo evidenciar el valor y la pertinencia de los recursos que albergan. De esto ser acertado, ¿por qué las bibliotecas en Puerto Rico buscan evaluar la pertinencia de sus recursos? ¿Acaso estas genuinamente desean mejorar sus servicios? ¿Cómo las bibliotecas en Puerto Rico responderán a la gran población de usuarios que no poseen dominio de la lengua anglosajona? De mantener los recursos, ¿para quién sirven estos recursos? Este tipo de preguntas resuenan en el código de ética y la descripción del rol del bibliotecario según SBPR: preservar y conservar la información, sirviendo los intereses del estado.
A pesar que los exámenes de comprensión de lenguaje muestran que la mayor parte de la población en Puerto Rico no es bilingüe (Resnick, 1993), existe una realidad en torno a cómo las bibliotecas reciben las ofertas de información y servicios. En diálogos llevados a cabo en foros informales (e.j. CritLib a través de Twitter o reuniones en Comunidades de práctica a nivel local) se ha señalado que la información en países como Puerto Rico es filtrada y en muchas ocasiones se tiende a mirar hacia el Norte, obviando la información y los recursos de países hispanos. También existe una visión errónea sobre la validez de estos recursos. En sesiones de instrucción bibliotecaria algunos colegas se han topado que los estudiantes sienten cierto tipo de menosprecio hacia los recursos que hablan prácticas llevadas a cabo en países hispanos. En estas sesiones los estudiantes han comunicado la necesidad de traducir contenido desarrollado en los Estados Unidos. Este tipo de observaciones da a entender que muchos puertorriqueños en ambiente académicos sienten que a pesar de la brecha idiomática que existe entre ambos países, la información generada en los EE.UU. es de mayor pertinencia debido a las reglamentaciones federales y agencias acreditadoras.
Al realizar una búsqueda avanzada en Web of Science (una base de datos de Thomson Reuters), el portal no permite la opción de buscar recursos en español. Por lo cual, este tipo de metabase de datos posee una característica negativa para los usuarios que no dominan el inglés. Por su parte, EBSCO sí posee alternativas para seleccionar el idioma de preferencia de los resultados. Sin embargo, la oferta de los resultados recuperados es menor que aquella provista en inglés. Paralelo a los recursos electrónicos, las normas sobre la instrucción y dominio de las competencias de información por los cuales se rigen muchas bibliotecas académicas en el país están vinculados a asociaciones estadounidenses, siendo Association of College and Research Libraries (ACRL) la más predominante. Este año, ACRL publicó sus nuevas normas las cuales aún no han sido traducidas al español de forma oficial. Esto también presenta otra brecha para las universidades académicas en Puerto Rico debido a que representa un reto a la hora de explicar cuáles son las competencias que los estudiantes deben dominar respecto a competencias del siglo XXI e investigación.
Existe una brecha entre los códigos de ética de las asociaciones profesionales, las necesidades de los usuarios en Puerto Rico y los recursos electrónicos. El bibliotecario, como profesional de la información y persona que debe trabajar para los intereses de la comunidad a la que le sirve debe tomar estos aspectos en cuenta y luchar por la equidad en el acceso de la información. En una segunda parte de este escrito se discutirá con más profundidad los planteamientos plasmados.
Referencias
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Foster, C., McMenemy, D. (2012). Do librarians have a shared set of values? A comparative study of 36 codes of ethics based on Gorman’s enduring values. Journal of Librarianship and Information Science, 44(4), 249-262. doi 10.1177/0961000612448592
Johnson, I. (1999). Management Development for Libraries and Information Services in Latin America and the Caribbean. International Information & Library Review, 31(4), 225-244. doi: 10.1006/iilr.2000.0121
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[1] Sociedad de Bibliotecarios de Puerto Rico. (2002). Código de ética 2002. Recuperado de [link]
[2] Véase Resnick, M.C. (1993). ESL and language planning in Puerto Rican education. TESOL Quarterly, 27(2), 259-273. doi 10.2307/3587146