Bibliotecari@s y bibliotecas resilientes, el desarrollo de una habilidad necesaria.

Bibliotecari@s y bibliotecas resilientes, el desarrollo de una habilidad necesaria.
Enviado por ClaudiaEscobarV… el Jue, 13/06/2013 – 21:22.
Todos en algún momento nos vemos frente a condiciones o eventos que no son el “escenario ideal” tanto en nuestra vida cotidiana como en la laboral, pero parafraseando algo que leí: lo que importa no es lo que la vida te da, sino lo que tú haces con eso que la vida te da.

Nunca falta quien nos dice frases como: “Que bonito trabajar en una biblioteca, debe ser bien fácil” “Seguro tienes cero problemas en ese trabajo…” imaginando que pasamos el día leyendo la novela del momento o callando usuarios con el diario en mano, sin embargo, para los bibliotecarios profesionales esto está lejos de la realidad.  A partir de esta gran crisis económica global iniciada en el 2008 (y que continua a la fecha), las bibliotecas tuvieron que idear formas novedosas que les permitieran sortear los grandes recortes presupuestales y los cuales en algunos casos generaron tristes políticas gubernamentales que afectaron particularmente a las bibliotecas públicas.

Para las bibliotecas académicas los cambios provienen no sólo de presupuestos limitados, sino también de la necesidad de mantenerse al día para usuarios exigentes y especializados, que buscan en ella ya no sólo el modelo bibliotecario tradicional del siglo XX -enfocado principalmente en el desarrollo de sus colecciones-, sino que persiguen el patrón del siglo XXI -de una biblioteca como espacio propicio para el estudio, pero también para el esparcimiento, con gran variedad de recursos informativos y que no necesariamente se alojan en su acervo-, compitiendo fuertemente por responder a diversos cambios y nuevas demandas.

Ante esto el bibliotecario académico afronta la necesidad de reevaluar su rol profesional y de adaptarse a nuevas circunstancias cada vez con mayor rapidez.  Yo lo viví recientemente: con una dedicación exclusiva a la organización de la información (ya con once años a cuestas), hace cerca de dos meses me designaron bibliógrafa para usuarios especializados en demografía, urbanismo y medio ambiente; mi reacción inicial fue parecida al pánico ¿¡yo en servicios al público!?… después de dos días de sorpresa y negación, me di cuenta de que ciertamente ya he enfrentado cambios drásticos, “giros de 180º” y aquí estoy. Además antes que catalogadora o bibliógrafa, soy bibliotecaria y seguro que podría responder a mis nuevas tareas, fue entonces que me reconocí como una persona resiliente.

Este término calo en mi mente hace aproximadamente cuatro años al saber que la Dirección General de Bibliotecas de la UNAM organizaba un diplomado sobre resiliencia en las bibliotecas, poco después conocí el concepto de “organizaciones tóxicas” y el del síndrome “burnout” en bibliotecas, fue así que caí en cuenta de que el mal contemporáneo (el estrés) había alcanzado a los apacibles bibliotecarios.

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La resiliencia es la capacidad de los individuos para hacer frente a los problemas de manera efectiva y aprender de esas experiencias a fin de mejorar su calidad de vida “una forma de reconstruir a partir de la adversidad… es la gran capacidad a desarrollar en el siglo XXI, por los beneficios que trae al ser humano”.  El Diplomado organizado por la UNAM hizo una analogía basada en el postulado de Ranganathan de que “la biblioteca es un organismo vivo”, por lo que éstas son organizaciones ideales para aplicar los principios de la resiliencia a fin de optimizar su funcionamiento en sus distintas áreas, principalmente a través de una visión hacia dentro para reconocer sus debilidades y fortalezas (tanto de la organización y también de sus colaboradores).

Así mismo, Karen Munro compara las habilidades clave de un sistema socio-ecológico resiliente con la biblioteca, retomando ciertas características mencionadas por Walker y Salt en su libro “Resilience Thinking” éstas son las que me parecen reconocibles en toda biblioteca:

  • Diversidad: En los servicios, las colecciones, el personal
  • Variabilidad: hay épocas difíciles con fallas, baches, pero eso no significa un absoluto fracaso o el inicio de la cuesta abajo, para sortearlos es necesario fortalecer una visión a futuro, como capacidad de adaptación al cambio
  • Modularidad: las diferentes secciones interconectadas, las fallas en una afectan a la otra y en ciertos casos ésta puede asumir parte de sus tareas en una reestructuración
  • Capital social: necesario para la cooperación al momento de resolver problemas y para enfrentar inteligentemente los cambios.
  • Innovación: como respuesta al cambio y como catalizador del mismo, es necesario el respaldo institucional que permita explorar y experimentar
  • Aprovechamiento de los recursos: difundir el valor e importancia de nuestros servicios para que sean valorados en nuestra comunidad 
  • Generalistas: bibliotecarios capaces de cumplir diferentes roles, adaptables y preparados para asumir nuevos puestos, funciones o tareas.

Desde el 2010 la ACRL reconoció como una tendencia dentro de la literatura sobre Bibliotecas académicas lo siguiente:

“Los cambios en la educación superior necesitaran que el bibliotecario posea diversos tipos de habilidades” Conforme los cambios tecnológicos sigan impactando no solo la manera en que las bibliotecas son usadas, sino en la naturaleza de sus colecciones, el bibliotecario necesitara ampliar su portafolio de habilidades para brindar servicios a los usuarios. Los bibliotecarios académicos necesitaran de actualización continua y formal… Los programas de educación superior para bibliotecarios y las organizaciones profesionales tienen el reto de brindar un desarrollo profesional novedoso y relevante, a la par que los bibliotecarios y sus instituciones lucharan por encontrar dicho desarrollo.
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Por otra parte Martha Loesch reconoce a los bibliotecarios académicos del siglo XXI como profesionales bien preparados para afrontar los cambios que trae el futuro, gracias a la coexistencia de su rol como profesores, pues si bien todo bibliotecario cumple con un papel importante en los procesos de enseñanza-aprendizaje, hoy día el bibliotecario académico debe sortear la imagen dispar y el tratamiento de su estatus profesional dentro de las Universidades, aún en contra de sus detractores (profesores y directivos) los cuales en muchos casos reconocen la calidad y el valor de la labor desarrollada por el bibliotecario, pero se rehúsan a reconocerle como una labor académica real.

La realidad es que la vida en las bibliotecas produce estrés y gran número de bibliotecarios han sufrido en algún momento de “burnout” (síndrome que conlleva una respuesta prolongada a factores de estrés en el trabajo, una presión crónica que resulta de una falta de armonía entre el trabajador y su empleo).  Es raro considerarnos entre aquellos profesionistas con alto nivel de estrés, como los médicos o los abogados, pero si se analiza detenidamente, la bibliotecología es tan estresante como otras profesiones.

Kevin Harwell afirma que el porcentaje de bibliotecarios con “burnout” depende del tipo de biblioteca, de factores demográficos y de las épocas del año (fines de semestre o del año fiscal por ejemplo), entre otros factores.  El trabajo en biblioteca incluye ciertos factores de estrés difíciles de encontrar en otros ambientes laborales, como son: lidiar con estereotipos profesionales; responder a consultas en tiempos determinados; problemas de censura; problemas con equipos (computadoras y sistemas de red); robo y mutilación de materiales; falta de información para el desarrollo de colecciones; nuevas tareas asignadas; etcétera. (p. 384)

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Entonces ¿qué hacemos para lidiar con estos estresores bibliotecarios? ¿cómo fortalezco mi resiliencia?:
Wayne Bievens-Tatum en su blog “Academic librarian” retoma la escala de likert propuesta por Mary Lynn Pulley en su libro «Building Resiliency: How to Thrive in Times of Change» sobre los principales temas para emprender el camino a la resiliencia:

  • Aceptar el cambio “comodidad frente a él”;
  • Aprendizaje continuo “oportunidad para desarrollar nuevas habilidades o ideas”;
  • Empoderamiento “probar mis fortalezas”;
  • Determinación;
  • Identidad personal “mi trabajo no me define”
  • Redes personales y profesionales “para sortear dificultades”;
  • Reflexión “de nuestras decisiones y acciones”.

Todos estos principios complementan lo que sabiamente postula Munro: “La biblioteca del futuro puede no ser un lugar estable ni predecible, pero habrá de ser un lugar para la diversidad, la redundancia estratégica, la innovación y la experimentación… Como bibliotecarios y como gestores de bibliotecas, debemos ser capaces de renunciar a controlar nuestro entorno y dedicarnos de lleno a la resiliencia.”

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Conclusiones:
La realidad es que el cambio es perpetuo e inevitable, la resiliencia nos recuerda que la clave es asumirlo inteligentemente para construir sistemas adaptables que no sucumban ante el cambio, ésta no enseña a ignorar los cambios, pero sí a no tenerles miedo, no exige controlar los cambios, sino reconocerlos, lo cual es necesario no sólo para sobrevivir, sino para el crecimiento de la propia organización.

Las personas resilientes se reconocen responsables de sus decisiones y aquellos menos resilientes culpan a su mala suerte, sin aceptar su libre albedrío para poder excusarse; claro que para conseguir esto es necesario que nuestra institución sea receptiva a la innovación y no sea renuente u hostil ante lo desconocido.

Al final la persona resiliente no nace, sino que se hace, tal vez sólo enfrentando ciertas circunstancias difíciles es cómo podemos descubrir que contamos con las armas para salir adelante y seguir creciendo.

Referencias bibliográficas:

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