Tinglado de tinta y papel

Fuente: yanklovinsk.com.br

Fuente: yanklovinsk.com.br

“Fione sempre a vontade, somos Bibliotecarios e ponto. Realmente não há barreiras, seja ela qual for. O mundo precisa aprender isso.” João de Pontes Junior (2020).

Lo citado en el párrafo precedente, conlleva a que nuestra estructura está conformada por cualidades mentales y capacidades físicas, algunas básicas y otras complejas, dependiendo de cada individuo; realmente su nivel de adaptación, práctica, disciplina, disposición para aprender, su entrenamiento para compartir con otros pares, nos ofrecen la posibilidad de mejorar las capacidades cognoscitivas.

Como un hechizo sublime, nuestras habilidades motoras y mentales son fundamentales para el aprendizaje y perfeccionamiento de las acciones de nuestra vida. Independientemente de las influencias de las propiedades de cada persona, mediante el entrenamiento y la constante práctica, tendremos la posibilidad de mejorar las capacidades del cuerpo y la mente.

Nuestro metabolismo, se adapta a diversas circunstancias de tensiones, resistencia, esfuerzos, rapidez, depresión, relajación, voluntaria o impuesta, no sólo es la diferencia en la cantidad, también lo es en la calidad, pues el tinglado puede ser una estructura de huesos, músculos, dendritas, sanguíneo, de metal, de madera, de papel, de tinta, de factores químicos, colores, olores, de feromonas; no es lo mismo tener que vencer nuestra resistencia mental, por falta de motivación posiblemente procurando adaptarnos en ser más comunicativos.

Un semiólogo, podría decir que un Bibliotecólogo, Archivólogo, Documentalista o cualquier otro distintivo que le quieran otorgar a quienes laboramos con datos, estamos interesados no solo en el contenido y sus formas, no tenemos limites en las runas de expresión, sino que vamos más allá de la sustancia de la expresión, en sus matices, en la modulación, en el sonido, en la comunicación y disolvemos los nudos de la inquietud, que desvanecen los fantasmas del miedo en la búsqueda de información.

No existe limitación alguna de nuestras cualidades físicas, que nos permita soportar y aguantar un mayor esfuerzo durante el mayor tiempo posible, dentro o fuera de nuestro trabajo, a veces resulta más flexible estar en nuestros trabajos, nos sentimos más holgados, relajados en un ambiente que interactuamos en la medida que los usuarios o el personal nos interpelan, a diferencia de otras situaciones cuando estamos en nuestros hogares, a veces el argumento es que laboramos más en nuestros hogares, estamos más estresados y sentimos que esa flexibilidad se va perdiendo.

Heidegger (1948), argumenta: “El mundo no es sólo estar en medio de una totalidad de instrumentos, sino el estar familiarizado con una totalidad de significados. El ser humano a través de una pre-comprensión, que es cierto ‘patrimonio de ideas’, ciertos ‘prejuicios’ que se tienen, y del adecuado uso de los signos, llega a una comprensión que articula los significados”.

Por lo tanto, tenemos la destreza para resolver rápida y adecuadamente el esfuerzo para entender las palabras encriptadas, para establecer entre ellas las analogías, realizar deducciones, extender, restringir, precisar o corregir la formulación de argumentos, depende principalmente de las directrices y regulaciones de un sistema nervioso central y periférico de nuestro organismo; donde están estrechamente relacionadas con el aprendizaje, el perfeccionamiento técnico y táctico, para determinar el desarrollo exitoso de nuestra agilidad cognitiva.

Gadamer (1997), considera: “La comprensión es otorgarle sentido a la realidad, el ser humano se distingue de los demás seres porque vive en un mundo de sentidos y no puede existir de otra manera. Sin embargo, ese mundo de sentidos se va construyendo conforme el ser humano se va formando”.

En este orden de ideas, la capacidad coordinativa de cada persona, está dada por la calidad de los procesos de la sensopercepción, la motricidad y la memoria, es tan importante y decisivo en la decodificación de los elementos de la actividad lingüística, son sin duda un mecanismo importantísimo a la hora de filtrar lo que es importante e interesante, que le sirva a los usuarios y a nosotros mismos en una continua actividad de selección y adquisición de saberes.

¿Para qué nos sirven los datos? Además de construir una estructura mental, para establecer relaciones comunicacionales en una útil iniciación de nuestra humanidad, donde podemos encontrar indicios de una realidad que aún no conocemos, de un futuro que aún no sabemos pensar cómo será.

Procuramos orientarnos en función de los mecanismos propioceptores (huesos, músculos, sistema respiratorio, sanguíneo, nervioso, articulaciones), que nos redefinen la posición en el espacio de nuestro cuerpo, además de los exterioceptores (sensorial, olfativo y táctil), independientemente de los usos de las habilidades entre unos y otros, cada quién percibe los movimientos, apreciamos el tiempo, el espacio y la fase de realización de las partes esenciales para dar una respuesta correcta.

Si bien es cierto que lo adecuado es que: “El Bibliotecólogo deba ser un gran lector, sin embargo no es suficiente, algunos grandes lectores son incapaces de transmitir sus experiencias de lectura, posiblemente porque no han sentido en la lectura ‘las conmociones del cuerpo: la fascinación, la vacación, el dolor, la voluptuosidad’; la lectura que produce un cuerpo alterado”, (Barthes, 1987).

Algunos suelen ser muy egoístas, les resulta difícil compartir; además de vanagloriarse de tener una superioridad erudita, lo que conlleva a crear barreras, limitar la comunicación, que aparte de mala, no transmite nada, siendo un aspecto que no siempre están dispuestos a atender.

También es cierto que hay modelos culturales arcaicos, que en contraste con la realidad social y tecnológica en la medida que avanzamos en nuestro día a día, nos acoplamos en la base de la combinación de dos o más habilidades motrices para adoptar una posición o realizar un movimiento contra la fuerza de gravedad y para mantener el control del cuerpo en circunstancias difíciles, sobre un eje de atención, de proyectar luces en ambientes de sombras donde prevalecen temores inconscientes, donde la desfragmentación de los datos para un oyente no es igual a la de otro.

En nuestro menester de formadores de lectores, o por lo menos fomentar el hábito de la lectura, podríamos esgrimir: “El bibliotecario que tiene a su cargo, además del gusto por la lectura y conocer de técnicas, deberá desarrollar mucha creatividad, liberar su imaginación y espontaneidad, ser consciente de la honestidad y ética que requiere su labor, cultivar un estilo propio, capacidad de ver y escuchar, resistir a la frustración, al fracaso, fortalecer su tenacidad y, desde luego, tener un gran deseo de que cada lector encuentre su camino y logre, en algún momento, ‘leer con el cuerpo’, (Barthes, 1987).

A su vez, la reciprocidad evolutiva que estamos determinados a forjar, para esclarecer las exploraciones ambiguas y pluridimensionales, en las que se van entretejiendo los datos, la información, el conocimiento, la fabulación, la experiencia, la lectura y la simbolización, mientras almacenamos e incorporamos la noción de saberes en un ambiente implícito de contradicciones a lo desconocido, posturas artificiales, que conviven en cada persona desde décadas, en diferentes proporciones.

Algunos conservan anécdotas, leyendas que en tiempos pasados todo era mejor, sólo existía el arado, el fogón, la búsqueda de agua en tinajas, el uso de alquitrán o kerosene para encender las lámparas y poder iluminarse durante las noches, a un cambio constante que sigue encaminado con la obtención de la electricidad, el gas, el mago de la cara de cristal (el televisor), la lavadora, la nevera, el tocadiscos, el internet, la superación de ir a un módulo policial que cuenta con el único teléfono de disco, a la proliferación de celulares móviles.

El mundo exterior ha penetrado en nuestras vidas, en cualquier cantidad de infinidades de formas, nos separan decenios de experiencias entre nuestros antecesores, nosotros, la presente y venidera generación, lo que hoy es novedad, mañana será historia; iremos sumando más tinta y papel a este tinglado multidisciplinario.

Fernando Antonio Salas Granado.

Bibliografía.

Barthes, Roland (1987). Sobre la lectura, el susurro del lenguaje: Más allá de la palabra y la escritura.- Barcelona: Paidós.

Gadamer, H. G. (1997). Verdad y método I. Fundamentos de una hermenéutica filosófica.- Salamanca: Editorial Sígueme.

De Pontes Junior, J. (2020). Conselho Regional de Biblioteconomía.- Whatsapp: (CRB) 11 de noviembre 2020.

Heidegger, M. (1948). Carta sobre el humanismo.- Buenos Aires: Revista En Realidad. Nº 9, pp. 13-25.

Deja un comentario