Sacar de contexto.

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El Alephita Jorge Luis Borges (1949), narra  lo siguiente: “Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y destrozaron los libros incomprensibles, los vituperaron y quemaron, con un temor ignorante, de que, las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro”.

En este orden de ideas, en la actualidad salirse de contexto se convierte en imperativo, es cuestión de supervivencia: si de hablar sobre evolución y adaptación en las bibliotecas se trata. Todos estamos en una probeta, el eje sobre la que gravitamos las bibliotecas y bibliotecarios se ha desplazado, aunque queden muchos aún sin enterarse.

Metafóricamente, ustedes habrán oído decir que los tahúres profesionales, de cuando en cuando, se reúnen para jugar honradamente, por el sólo placer de divertirse: ¡A otro perro con ese hueso!, siempre hay que tener presente que los tiburones están dispuestos a devorarse entre sí y no pierden la oportunidad de hacerlo.

Los jugadores, así como algunos pares de nuestra profesión, son desconfiados, solitarios y sin amigos, por la sencilla razón de que no se fían de nadie, cuanto más se familiariza uno con ellos, más abyecto y despreciable le resulta el juego como profesión, cruda realidad.

Procuramos ser optimistas y perseverantes, a sabiendas que nuestros pares,  nos aplican un estudio FODA, abogando por fomentar un dialogo abierto sin estereotipos, ni las barreras causadas por la distancia y el deshonor de la vida pública.

No se trata de formar eruditos, se debe concatenar el verdadero talento humano, que consiste en aprender las lecciones de las experiencias ajenas y las propias; en los salones de clase se debe tener en cuenta, no solo la ilustración y la competencia profesional de un título o un cargo, sino también su personalidad, que tanto debe ser incluido en el desenvolvimiento moral y empático con los demás.

En nuestros trabajos, comunidad y cualquier entorno, habrán Judas Iscariote, con el aire indescriptible de ser un hombre o mujer, en cuyo corazón prevalece la codicia y el ansia de poder que va destilando, hasta hacerlo rebozar en obras infernales, el acíbar de la envidia y el veneno del mal. Procuro plasmar mis pensamientos, navegar entre letras, en tempestades o paisajes plácidos, moldeando en palabras lo que veo.

Charles Bukowski (1985), argumentaba en su carta a Hans Van Den Broek: “Si escribo sobre ‘sadismo’ es porque existe, yo no lo inventé” y, si algo ocurre en nuestro entorno laboral es porque esas cosas pasan en nuestras vidas cotidianas.

En el presente, si hablamos de presupuesto, tecnología, el estrés y todos los males que pueden imaginarse quienes laboramos en una biblioteca, archivo o centro de documentación, equivaldría a preguntarnos: ¿en qué cuchitril nos quieren transformar, si continúan con los recortes presupuestarios? Sería como tomar un café que sabe a diablos, estaríamos expuestos a llamadas, correos, mensajes de texto, especulando con encuestas o guiones estandarizados de cómo podemos subsistir en nuestros espacios laborales.

En las Bibliotecas, han desaparecido como por encanto todos los ficheros que clasificaban al conjunto de los libros por autores, materias o disciplinas, se han paralizado las adquisiciones; claro que la situación empeora, si se trata de una biblioteca modelo, la cual debe desaparecer para crear más burocracia socialista.

Da la impresión, que estuviéramos en una vitrina iluminada, como conejillos de india, donde serán aplicados diversos estudios quiméricos de síndromes de Burnout, Sísifo, de producción, patrones impuestos de analfabetización tecnológica e informacional. Seriamos un caso de estudio netamente atípico.

Mi madre, sutilmente argumentaba, cambiándoles el nombre o el aspecto a una cosa, podría convertirse en algo mejor, para ella, un zorrillo, era un minino montes y, un prosaico picadillo de ególatras titulados, con rangos provinciales, es una ramita de perejil.

En las escuelas y las universidades, sólo se forjan los instrumentos para el goce, desarrollo, aplicación de nuevas herramientas, para cultivar y disciplinar la mente como una ciencia, que nos enseña a distinguir, con fría lucidez, lo real de lo supuesto, los deseos de los hechos, supeditar nuestra fe a la evidencia, en la delicadísima balanza de la duda.

Con esta aseveración ingenua, sincera, con un caudal de luz y felicidad, algunos asumimos con paciencia y cordialidad nuestro día a día, donde todos procuran hacernos sentir como huéspedes mimados en un hogar alterno y surrealista, sólo hasta que uno se ponga impertinente y con negada obstinación a hacer un mandato u ordenanza que está prescrito, entonces, aquellas amables y delicadas personas, se convierten en notables maestros del jiujitsu, hasta el glacial más consumado, te hacen recordar que las reglas son las mismas, como si fuésemos parte de un experimento fallido.

En prosaicas ponencias, vislumbran nuestro entorno como un lugar dulce, envolvente de grata atmosfera maternal, a la que todo aquello que dicen, tiene cierto aire inverosímil y absurdo.

Algo por el estilo le comentaba, el Capitán Beatty a Guy Montag (Ray Bradbury, 1966), le argumentaba extasiado que “los autores, llenos de malignos pensamientos, aporrean las máquinas de escribir; eso hicieron, los libros se convirtieron en una masa insulsa y amorfa, según dijeron los críticos esnobs, eran como agua sucia”.

La postura de algunos ególatras, asimilando la apariencia del Capitan Beatty, es que nos visualizan como personas capaces de ser buenas, que no sabíamos lo que nos convenía, que con el transcurrir de las lunas, pretenden dictaminar que hemos hecho un progreso colectivo en nuestra adaptación, nos conceden más libertad y procuran fiarse más de nuestro libre albedrío, una vez que han arrasado con el jardín.

Si queremos verdaderamente que las Bibliotecas, prevalezcan en el tiempo y su personal sea reconocido, respetado laboral y salarialmente, precisamente lo que se debe hacer es reducir la burocracia.

Fernando Antonio Salas Granado

Bibliografía.

Borges, J. L. (1949). El Aleph. Buenos Aires: Losada.

Bradbury, R. (1966). Fahrenheit 451 – «We must burn the books, Montag. All the books». Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=ZaLJ10v4xUA

Bukowski, C. (1985). Carta a Hans van den Broek.- Holanda: Biblioteca de Nijmegen.

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