Si bien InfoTecarios está focalizado principalmente en el ámbito latinoamericano, en esta oportunidad quiero compartir un interesante proyecto de promoción de lectura desarrollado en España, que me resultó muy simpático y original; con la esperanza que resulte de inspiración, y hasta quizás porque no para ser replicado en algunos países de América.
Les presento entonces el proyecto ratón de biblioteca – de índole personal, lo cual vale la pena resaltar – creado por María Dolores Fanjul, más conocida como Eme, Lic. en Ciencias Matemáticas que dicta talleres de juegos matemáticos en colegios e institutos de Gijón.
Al desarrollar parte de su trabajo en bibliotecas se le ocurrió aprovechar, al igual que el escritor Sam Savage en su novela “Firmin”, de forma creativa, original y hasta positiva el famoso y remanido cliché sobre el “ratón de biblioteca”
ratón de biblioteca: “Aquí se habla de una persona que suele pasar mucho tiempo dentro de las bibliotecas (públicas, privadas o personales). Dicho sujeto presenta una notable compulsión por la lectura, motivo por el cual puede ser designado como “ratón de biblioteca”. Para el caso, no precisa poseer una en su casa, alcanza con pasar muchas horas dedicado a la lectura, aunque lo haga en una computadora. La idea no apunta a un roedor muy lector, sino que refiere a alguien que ha tomado a la biblioteca como su propia casa, como podría hacerlo un ratón. Todo ello a sabiendas de que existen muchas de ellas en las que no hay ratones.
Extraído de “Significado y origen de expresiones famosas” (Lic. Sergio Vázquez)
A partir de ahí nació su idea para promocionar e incentivar la lectura combinando dos de sus pasiones: los libros y unos muñequitos de origen japonés, los “amigurumis” .
¿Y en que consiste el proyecto? En la liberación de unos simpáticos ratoncitos de crochet a los cuales la misma María Dolores da vida con sus manos por pedido a proyectoratondebiblioteca@gmail.com, a cambio de una foto junto al libro que eligió como nuevo hogar (y que en muchos casos inspira también su nombre). Si algún aficcionado/a a las agujas les interesa el diseño de los ratoncitos pueden contactarse con ella que gentilmente se los enviará. En esta entrevista nos explica con más detalle el proyecto.
En el blog del proyecto donde Eme se proclama “Liberadora de ratones de biblioteca. No más ratones callejeros, los ratones deben estar en bibliotecas!” se pueden ver las fotografías de los ratoncitos liberados que habitan diferentes bibliotecas españolas y hasta de algunos que se animaron a cruzar el océano para alojarse en algunas bibliotecas argentinas.
Tratando de aportar alguna alternativa para este proyecto que me parece genial, y por el cual felicito a María Dolores, para el caso que a algunos les resulte muy difícil el tejido a crochet, o que carezcan de tiempo y/o recursos, se me ocurre que se puede recurrir al origami o al papercraft y así, con una simple hoja de papel, crear sus propios ratoncitos. De esta forma, inclusive cada chico podría tener su ratoncito personal en sus propias casas. En Internet se pueden encontrar muchas páginas que explican ambas técnicas y muchos diseños. Acá comparto un par:
En definitiva, el proyecto me parece una idea muy sencilla de desarrollar y de llevar a cabo para incentivar y promocionar la lectura – ideal para bibliotecas infantiles y escolares por ejemplo – y que merece la pena ser difundido e imitado. En palabras de su creadora, donde manifiesta su filosofía contagiosa:
Si con todo esto se consigue llamar un poco la atención sobre las bibliotecas y alguien descubre todo el placer que te puede proporcionar un libro yo estoy dispuesta a tejer mil y un ratones, como mil y una historias de una moderna Sherezade.
Ojalá la idea del proyecto tenga buena acogida y sea replicada en muchas partes, así cada vez en más bibliotecas habiten ratoncitos, sean de papel, crochet, tela o cualquier otro material, para llamar la atención de los más pequeños – y por que no de los mayores también – promoviendo un mayor acercamiento a los libros y a la lectura
…Mi devoración, al principio, era tosca, orgiástica, descentrada, cochina —me daba igual emprenderla a mordiscos con Faulkner que con Flaubert—, pero pronto empecé a percibir sutiles diferencias. Me di cuenta, al principio, de que cada libro poseía un sabor distinto —dulce, amargo, agrio, agridulce, rancio, salado, ácido—, y según fue pasando el tiempo y mis sentidos ganaban en agudeza, llegué a captar el sabor de cada página, de cada frase y, finalmente, de cada palabra: todas traían consigo una ordenación de imágenes, representaciones mentales de cosas que yo desconocía por completo, dada mi limitada experiencia del llamado mundo real: rascacielos, puertos, caballos, caníbales, un árbol florecido, una cama sin hacer, una mujer ahogada, un muchacho volador, una cabeza cortada, siervos de la gleba que levantan la cabeza al oír el aullido de un idiota, el silbido de un tren, un río, una balsa, el sol entrando al sesgo en un bosque de abedules, la mano que acaricia un muslo desnudo, una choza en la jungla, un monje que se muere.
«Firmin» (Sam Savage)
«Alicia en el país de las Maravillas» de Lewis Carrol:
«¡Supongo que ahora moriré ahogada en mis propias lágrimas!… En ese momento oyó que alguien chapoteaba en al charco, no muy lejos de ella, y nadó hacia allí para ver quién era… comprendió que solo era un ratón que había caído en el charco como ella…
-Vamos a la orilla, y allí te contaré mi historia, entonces comprenderás…
-¿Ejem!- carraspeó el Ratón con aires de importancia. -¡Estáis preparados? -Ésta es la historia más árida y por tanto más seca que conozco. ¿Silencio todos, por favor!…»
Así Alicia no murió sumergida en sus propias lágrimas. La historia del Ratón la secó y a su vez, Alicia imaginó y jugó con otra historia que al pequeño ratón nada gustó. Ratones de biblioteca para imaginar, jugar y soñar en los libros, lugares de maravillas.