Reflexión desde la Biblioteca en el día de la lucha contra el espionaje masivo: #TheDayWeFightBack

«Aquellos que renunciarían a una libertad esencial para comprar un poco de seguridad momentánea,     no merecen ni libertad ni seguridad» Benjamin Franklin

«Aquellos que renunciarían a una libertad esencial para comprar un poco de seguridad momentánea, no merecen ni libertad ni seguridad» Benjamin Franklin

Vivimos en un mundo de burbujas, un mundo donde no creemos (o no queremos ver ni creer) en realidades alternativas a nuestro día a día; realidades que por opuestas parecen enormemente distantes pero que conviven en nuestros hogares a apenas metros de distancia. Es en este mundo, el mismo donde Internet amplifica tan diversas realidades como identidades y donde la red nos da la posibilidad de conectarnos o aislarnos, en el que la Biblioteca tiene EL DEBER de ser un actor determinante del cambio pero ¿Cuál es el cambio que queremos lograr? ¿Para qué queremos lograrlo?

En la página oficial de la iniciativa que se celebra hoy, 11 de febrero de 2014, en contra del espionaje masivo en Internet “The day we fight back” se lee (traducción libre):

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QUERIDOS USUARIOS DE INTERNET,

En enero de 2012 derrotamos, con la más grande protesta de Internet en la historia, las leyes de censura SOPA y PIPA. Hoy enfrentamos otra amenaza crítica, una que de nuevo socava la Internet y la noción de que cualquier de nosotros vive en una sociedad genuinamente libre: la vigilancia masiva.

En la celebración de la victoria contra SOPA y PIPA, hace dos años, y en memoria de uno de sus líderes, Aaron Swartz, estamos planeando un día de protesta contra la vigilancia masiva, que tendrá lugar este 11 de febrero.

Juntos vamos a luchar contra las potencias que tratan de observar, recopilar y analizar todas nuestras interacciones digitales. Juntos, vamos a dejar claro que este tipo de comportamiento no es compatible con el gobierno democrático. En conjunto, si persistimos, vamos a ganar esta lucha.

LO QUE HAREMOS EL 11 DE FEBRERO:

Si usted está en los EE.UU.: Miles de sitios web serán los anfitriones de pancartas instando a la gente a llamar o enviar un correo electrónico al Congreso. Pediremos a los legisladores oponerse a la Ley FISA, apoyar la Ley de Libertad de EE.UU., y promulgar protecciones para los no americanos.

Si usted no está en los EE.UU.: Se les pedirá, a los visitantes de las web participantes, que insten a los objetivos adecuados para instituir protecciones a la privacidad.

La inconsecuencia de una ley que da libertad a los Estados Unidos de vigilar abiertamente al mundo pero no a sus ciudadanos es obvia. Defendernos de ella es una tarea que suena, de primera mano, muy sensata.

Muchas bibliotecas y asociaciones, especialmente estadounidenses, apoyan la iniciativa e invitan a unirse a ella desde sus diversos medios digitales. La sociedad americana de bibliotecas –ALA por su sigla en inglés- es una de las más preeminentes defensoras, así como la biblioteca de los Ocupas de Wall Street (una biblioteca popular que surgió en las calles tras el movimiento “Occupy” en Nueva York).

La página oficial de la Asociación Americana de Bibliotecas -ALA- apoya la iniciativa #TheDayWeFightBack

La página oficial en Facebook de la Asociación Americana de Bibliotecas -ALA- apoya la iniciativa #TheDayWeFightBack

Sin duda el Internet Libre (y el acceso abierto al conocimiento que ello suele conllevar) es un objetivo fundamentalmente ligado a la Biblioteca del siglo XXI pero ¿proteger la privacidad también lo es? ¿Cuál es el objeto de protegerla? ¿Qué es exactamente lo que estamos protegiendo?

¿Privacidad?

Tradicionalmente pensamos en la privacidad como: el “ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión”, pero no nos detenemos a pensar ¿en la sociedad de la híper-conectividad cuál es ese ámbito?

Hoy creemos, porque mayoritariamente se no ha enseñado así, que no podemos decir siempre a dónde vamos, que no podemos compartir nuestro lugar de trabajo o de vivienda ni decir quiénes son nuestros amigos o nuestra familia y menos aún nuestra orientación sexual; que el teléfono, la cuenta bancaria y el historial de salud son un asunto “privado”. Ahora detengámonos a pensar por qué son privados: ¿por lo que puedan hacer otras personas u organizaciones con esa información? ¿O tal vez es por lo que puedan decir o interpretar otros de mí?

Con la segunda pregunta, si nos liberamos un segundo de nuestros prejuicios, nos percatamos que el asunto se traslada al ámbito moral y que depende fuertemente de cómo nos han educado.

Hoy las generaciones más jóvenes están difundiendo voluntariamente cada segundo de su vida, compartiendo cada una de sus sensaciones y amplificándolas a través de su red digital de amigos: están compartiendo su mundo y generando, a la vez, conexiones profundas con otros. Estas conexiones profundas son las mismas que a nosotros nos han llevado a apoyar proyectos colaborativos a través del crowdsourcing, porque nos conectamos con sus propósitos o con las sensaciones que pueden brindarnos.

El crowdsourcing y sus variantes, como el crowdfunding, han demostrado el increíble poder de construcción que tenemos como humanidad, sin embargo, hemos establecido sus límites en proyectos específicos y no hemos considerado nuestra vida como un candidato viable a enriquecerse a través de ellos. Si compartir las ideas abiertamente es una de las bases del éxito del movimiento crowdsourcing ¿por qué partimos de la idea de que compartir transparentemente nuestras vidas resulta peligroso?

Esos mismos datos que pueden usar los gobiernos y las organizaciones para servirme mejor, son los que me conectan más hoy con mis amigos. Ellos, mis amigos, los conocen porque confío plenamente en su juicio; es aquí donde el asunto se transforma, una vez más, en un problema dentro de otro: confianza. Si no confiamos en nuestras instituciones, en nuestros gobiernos y en quienes tienen como su deber protegernos ¿Cómo exigimos que ellos confíen en nosotros? ¿Qué podemos solicitar entonces para estar en igualdad de condiciones?

¡Transparencia!

Como una pausa que nos conecta con el siguiente punto, hoy también se celebra el “Día de la Internet segura”, una jornada en la que esperamos enseñar a los niños y jóvenes cómo proteger su intimidad en línea pero en la que, la mayoría de nosotros, olvida cuánto podemos aprender de ellos.

Esta celebración también es ampliamente apoyada por Bibliotecas y gobiernos, centrándose mayoritariamente en la prevención del abuso sexual, el ciberacoso y otras temáticas de índole íntima más que privada, que ofrece muchas de sus soluciones basadas en la vigilancia, el monitoreo y el filtrado de contenidos… ¿suenan a soluciones conocidas?

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Programa One Laptop per Child en la Escuela Primaria de Kagugu, Kigali, Rwanda. 2009. Foto disponible con licencia CC en http://j.mp/1nrmUsZ

Dijimos antes que los niños y los jóvenes hoy comparten gran parte de su vida en el entorno digital pero no ahondamos en el por qué: ellos nos están enseñando, si sabemos observar, que la sociedad está lista para defenderlos masivamente, que los que acosan, abusan e intimidan son menos… que los buenos somos más. Lo importante es que ellos, los más pequeños, están dispuestos a hablar abiertamente de sus problemas con sus pares pero nosotros no les estamos dando el espacio (ni la EDUCACIÓN) para permitirles considerarnos como uno más de sus pares: estamos luchando en contraposición a la transparencia, estamos creando nuevas y más pequeñas burbujas de realidad.

La transparencia, en lo que hoy consideramos la vida privada, resulta un paso difícil pero fundamental en el camino hacia una conciencia colectiva de la humanidad, un momento donde dejemos de necesitar las mentiras como excusas para lo que se nos ha enseñado que está mal. Exigirla para los gobiernos (con movimientos como el OpenGovernment) no tiene sentido mientras no estemos dispuestos a darla y recibirla de los más cercanos, a educar y a transformar la simple exigencia “¡Queremos privacidad!” por: queremos la libertad de escuchar y ser escuchados, de ser leídos tanto como poder leer a mis hijos, a mi familia, a mis amigos y a mi gobierno, la libertad de respetar al otro porque confío y porque sé qué es lo que hará con lo que lee de mí.

Las preguntas para nuestros legisladores deberían ser entonces: ¿Qué piensa el gobierno entregarme a cambio de mi privacidad? ¿Cómo va a usar mis datos? ¿Está dispuesto a renunciar el gobierno, mi gobierno, a su privacidad? ¿Está consciente del poder de una sociedad transparente?

«Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos.» Martin Luther King, Jr.

Gracias por su tiempo de lectura, todos sus comentarios son bien recibidos.

@MedeJean

Para mayor información sobre las celebraciones de hoy y las instituciones que las soportan, diríjanse a:

 

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4 comentarios en “Reflexión desde la Biblioteca en el día de la lucha contra el espionaje masivo: #TheDayWeFightBack

  1. Hiperterminal

    Interesante post, Santiago.

    Me parece que en la Escuela Interamericana de Bibliotecología, muy acertadamente enseñan los diferentes espacios de la vida de las personas: Lo público, lo privado y lo íntimo. Me gustó mucho el concepto que allí manejan. Desde la biblioteca se debería proteger.

    Sobre «¿por qué partimos de la idea de que compartir transparentemente nuestras vidas resulta peligroso?». Creo que apunta a ideas del tipo «El que nada debe, nada teme». A decir verdad no creo que deba compartirse todo, aunque se piense que no hay problema con ello. Esto restringe la libertad de pensamiento. No deberíamos partir de pensamientos como ese, porque creo que habría riesgos de caer en sofismas.

    ¿Eso no nos lleva a cometer «crimentales»?

    Un abrazo.

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    1. MedeJean

      Gracias Señor, un gusto leerte por aquí.

      Estamos de acuerdo en que no todo hay que compartirlo, nada del círculo íntimo en todo caso. Ya en cuanto a la libertad de pensamiento está claro que, hoy, depende del concepto de lo correcto e incorrecto que tengan otros (sociedad, autoridad, poder) y del hecho de que estamos constantemente previendo las consecuencias posibles de compartir nuestros pensamientos, es decir, desarrollamos prejuicios (conclusiones aceleradas sobre otros) como parte de nuestra cotidianidad.

      No se requeriría una definición de libertad de pensamiento cuando no exista la necesidad de dejar de decir algo, eso es precisamente la transparencia radical.

      Es hoy cuando estamos llenos de «crimentales», algunos que se auto-censuran y otros que no comprenden el valor de la comunicación.

      Saludos a la capital y espero verte pronto,

      Santiago.

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